En la transparencia de los elementos se deposita, se detiene el nombre de los deseos. Allí, en la intimidad de los objetos hay un espejo que devuelve la mirada a los que saben buscar fuera de si mismos (la mirada siempre es elipse, dúo de espejos, juego de reflexiones, hacia un infinito interno propio).
En otro lugar, en los cuerpos se halla un cúmulo de significaciones, de habitaciones y reflejos vedados a veces y otras cristalinos y frágiles como toda verdad.
En un mundo donde el ser deviene cosa para ser observada, donde el ojo es una maquinaria relacionada con el poder, la pregunta por el sitio de la mirada se trasluce y transforma a medida que cambia de lugar y de forma nuestra atención.
La atención es una fuerza invisible que imanta los sentidos a los efectos ambivalentes de las cosas o los acontecimientos.
Ganar la atención de algo o alguien siempre conlleva un cambio profundo en nuestra persona.
Un exceso de atención a cualquier cosa puede resultar peligroso o revelador, tanto para la mente como para los sentidos (y los sentimientos); aunque siempre tendrá una consecuencia alienante, violenta, de transfiguración.
Alejandra Pizarnik, en el poema número 23 de su libro "Árbol de Diana", lo expresa como un acto salvaje de resistencia, de diferencia y al fin de destrucción elegida y visionaria.
Como política de la mirada estética, el poder totalizador y metamórfico de la visión del poeta, dentro de un contexto de purificación y cambio relacionado con el renacer, el devenir, el cambiar para volver a repetirse cíclicamente:
"una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos"
En si, cada artista verdadero lleva la cuestión del sitio de la mirada en su interior, y la dice en su manera de hacer obra. No siempre es plenamente lúcido de este fantasma, quizás solamente dice.
El lugar que ocupa la mirada del artista es el lugar que ocupa éste en el mundo.
Saber que esta mirada cambia, se mueve rápido, se entrega sutilmente a la sed de los misterios más cruciales y también a los más banales.
Estos misterios devienen luego lenguaje, construcción.
Sostener el sentido de una obra para que logre revelar el sin sentido es intentar sostener lo inabarcable, el mundo en contraposición con un gesto (siempre de poder) que es la obra en si misma.
En este diálogo y lucha entre el poder y el impoder del hacer, del cambiar, se mueve la mirada del poeta, inclusive cuando sueña.
Caso de este tiempo, peligroso y variable, suspendido en gigantescas máscaradas, anfiteatro de designios curvilíneos...el artista es quien debe guiar la puesta en escena de su propio pensamiento.
No hablo de una lucidez ultra conciente, digo que es de gran responsabilidad que cada uno se pregunte quien es, para mostrar esta misma pregunta reveladora a los ojos de quienes muchas veces no saben donde mirar, guiados y enceguecidos por los mecanismos. Al ver adviene la sorpresa de lo maravilloso.
Tampoco digo que el rol del artista es ser un profeta...
sino de que sepamos que el sitio de la mirada es siempre otra mirada...
que el lugar de la mirada es la mirada de los otros,
los otros nosotros.
imágen:
Prohibida la reproducción (Retrato de Edward James) de Magritte
Museum Boymans-van Beuningen. Rotterdam. Holanda.
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