La mutación de la dicha en la desdicha,
el relato sostenido del invariable ciclo
se sorprenden cuando no hay recelo a la esperanza.
En la tangente de un par de espejos, lo fijo se somete para cambiar
y la pena
se hace indolora.
Es un reflejo lo que contiene el punto exacto para el milagro de la piel.
Ese es el momento que elijo
para grabarlo en el éter de un amanecer que no tiene nombre
para dormir, oscuro, en paz conmigo y con mis lágrimas.
Lo grabo en un nombre
en una vedada sonrisa
que me pertenece (inmutable),
en la forma del sentido
que acompaña
el verdadero sonido
del ocultamiento
de las miradas...
ayer, hoy o mañana,
son uno
y es lo mismo.
Y es por eso que la espera existe,
es por eso que el poeta habla.
Para amar sin miedo hace falta destruirlo todo.
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