sábado, 21 de noviembre de 2009

Travelling

Esta noche será el clon de las apariciones que se desdibujen en finales, amplios finales de desconcierto y felicidad.

Dejar ser a la espina de la rosa hasta volver a la ajada meditación junto al libro de los postulados, el libro nuevo de lomo gastado que se abre en la hoja indicada: la de un prólogo vasto y hermoso que vuelve siempre sobre sí, al tema del misterio de lo que al comienzo esta repleto y entonces da.
Y da.

Arroja las monedas mujer
encuentráme
y
daré las gracias.

Arroja las monedas...
da las gracias.


Me fascinan esos libros en los que el prólogo promete y no miente. Me fascinan que sean por si sólos, algo circular, ajenos a la obra que vendrá.
Ese azar del que provenimos y hacia el cual giramos, deseperados pero con la conciencia clara de ya estar retrasados. Un mínimo instante, el último segundo y casi; la imágen que no llegamos a alcanzar pero intuímos en cualquier viaje o pasajero. A través de ellas, de alguien. En cualquier ciudad. Siempre un prólogo, algún que otro silencio.

La búsqueda en busca de esa espera que no fatigue, que no acople al sonido la música del sueño.
Tenúe loop de pájaro sobre fondo brillante, todo el tiempo es una promesa de movimiento de vuelo.
Arrojado al cielo.
O a una fuente.

Yo había soñado con esas notas que luego de un rato me costaba sostener, el no dominio de la exaltación, de una especie de sortilegio que llega para esconderse en un bosque de almohadas negras de otros.
Desesperación de autómata...
Más tarde aprendí a reconocer lo elemental. Me dediqué a esas cosas.
A soñar la espera, la calma del inmigrante.

Estoy ahora en cualquier ciudad y me quedaré aquí por algunos días.

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